Los pasos lentos de una anciana hacen eco en un enorme hotel.
Su torpe caminar se justificaba por la maleta tan grande que arrastraba. La
mujer se acercó al mostrador y con una suave voz le pidió al encargado que le
diera un cuarto.
Realizaron toda la transacción y la clienta se dispuso a ir
a su cuarto y descansar. Tomó su pesada
maleta y empezó a arrastrarla poco a poco por el hobby. El encargado, espantado
de esta visión, le suplicó que esperara al botones para que la ayudara. La
mujer accedió moviendo la cabeza mientras el joven corría en la dirección de
ellos dos. Era un robusto botones que llevaba trabajando en esto por varios
años.
El encargado le indicó cual es el cuarto de la clienta. El
chico, con los guantes de algodón, sujetó la agarradera de la maleta y empezó a
caminar. Pero en los primeros pasos detectó que algo estaba atorando a la
maleta, por lo que volteó y vio a la pequeña mujer sujetando la maleta.
¿No quiere que le ayude? Dijo con un tono un poco de asombro
-¡Claro que sí! Pero no creo que puedas solo- le dijo la mujer con una sonrisa.
El botones contesta que esto lo ha realizado por años y con maletas más
pesadas. La pequeña encorvada solo hizo el ademan con la mano para
avanzar.
Al llegar al cuarto la mujer estaba exhausta, le da las
gracias y se retira, muy adolorida, a descansar. El botones, mientras tanto, no
sudó ni una gota.
Sonará un poco
absurdo de que la viejita no dejara que el botones llevara su carga siendo que
él era mucho más apto que ella para hacerlo, pero nosotros hacemos lo mismo, al
dejar nuestras preocupaciones a Dios.
Le decimos que nos ayude, pero no
depositamos nuestra confianza al creador del universo y seguimos preocupados
por algo que esta fuera de nuestras manos. Debemos de tener la fe y
tranquilizarnos. Si Dios con nosotros ¿Quién contra nosotros?