Al venir al trabajo me encontré con varias personas a las
que les ayude, de alguna forma, y no me lo agradecieron, sino de hasta forma
grosera me contestaron, esto me puso a pensar cuál es el valor de la amabilidad
en nuestra sociedad tan egoísta y desinteresada, por más que quieras ser la
diferencia parece una lucha vacía e inútil.
¿Alguna vez te has sentido así con el testimonio que das con
los que te rodean? ¿Has pensado que nadie toma en cuenta lo bueno que haces
sino solo cuando te equivocas? ¿Qué caso tiene tanto esfuerzo si después de
todo este tiempo la gente se ha acostumbrado a tu forma de ser?
Pero después recordé que el ser cortes, amable no cuenta si
te esfuerzas, tiene que ser algo natural y no debe de importarme lo que piensen
las demás personas, solo debo ser yo.
En la misma cristiana es igual, en la predicación del monte
el Señor Jesús dio dos ejemplos que me
gustan de cómo deberíamos de comportar, como la sal que purifica y el fuego de
la lámpara que ilumina en medio de la obscuridad. Las dos ilustraciones, su
naturaleza, son estos atributos y es muy difícil concebirlos sin estas
características.
Nosotros nacimos de Cristo, por eso somos cristianos, por lo
tanto, debemos de dar testimonio sin que nos cueste como al pez no le cuesta
respirar en el agua.
Si te cuesta trabajo, lee tu biblia, ora a Dios, confiesa
tus pecados, crece en Él y veras los resultados. Sé un cristiano, no lo finjas.