lunes, 25 de febrero de 2013

¿Soy o me parezco?


Al venir al trabajo me encontré con varias personas a las que les ayude, de alguna forma, y no me lo agradecieron, sino de hasta forma grosera me contestaron, esto me puso a pensar cuál es el valor de la amabilidad en nuestra sociedad tan egoísta y desinteresada, por más que quieras ser la diferencia parece una lucha vacía e inútil.

¿Alguna vez te has sentido así con el testimonio que das con los que te rodean? ¿Has pensado que nadie toma en cuenta lo bueno que haces sino solo cuando te equivocas? ¿Qué caso tiene tanto esfuerzo si después de todo este tiempo la gente se ha acostumbrado a tu forma de ser?

Pero después recordé que el ser cortes, amable no cuenta si te esfuerzas, tiene que ser algo natural y no debe de importarme lo que piensen las demás personas, solo debo ser yo.

En la misma cristiana es igual, en la predicación del monte el Señor Jesús  dio dos ejemplos que me gustan de cómo deberíamos de comportar, como la sal que purifica y el fuego de la lámpara que ilumina en medio de la obscuridad. Las dos ilustraciones, su naturaleza, son estos atributos y es muy difícil concebirlos sin estas características. 

Nosotros nacimos de Cristo, por eso somos cristianos, por lo tanto, debemos de dar testimonio sin que nos cueste como al pez no le cuesta respirar en el agua.

Si te cuesta trabajo, lee tu biblia, ora a Dios, confiesa tus pecados, crece en Él y veras los resultados. Sé un cristiano, no lo finjas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario