Arturo era un niño de
un orfanato que fue a realizar algunas
compras al centro comercial, para el instituto en donde vivía. Una de sus fascinaciones
era la de ir a la sección de Juguetería
a soñar con tener alguno de los artículos que vendían. Al lado de Arturo se
encontraba un niño que indudablemente tenía mucho dinero. Vestía con ropa de marca a la moda. Sus zapatos,
brillantes y limpios, se hacían notar al lado de los que traía Arturo, los cuales
estaban rotos, gastados y sucios.
En los siguientes minutos la atención de Arturo se centro en
ver al niño clasificando cada uno de los
juguetes del pasillo por los que tenía y los que no. Al llegar a la esquina el
acaudalado infante miró, en la sección de deportes, una escopeta de perdigones
y gritó desaforadamente: - ¡Quiero uno de estos! ¡Mi vida no está completa sin
esa escopeta!-. El Padre del berrinchudo corrió a explicarle que eso no era
para él y que si se lo daba se podría hacer daño.
Ante los ojos atónitos de Arturo, pasó el avergonzado padre
arrastrando a su hijo mientras este se
revolcaba y pataleaba en el suelo
gritando: -¡Tú no me quieres! ¡Si realmente me quisieras me comprarías
el rifle!-
¡Qué niño tan ingrato! Tenía más que Arturo y aun así exigía
algo que seguramente habría hecho daño a
alguien o a el mismo. Ahora bien ¿Qué pasaría si te dijera que este niño eres
tú cuando oras a Dios? Estas tan preocupado de pedir todo lo que la vida puede
ofrecerte, para sentirte mejor, que no te das cuenta todo lo que tienes, y que
muchas personas lo desearían. Por enumerarte algunas podría mencionar: Salud,
familia, salvación.
También a veces Dios no permite que nuestra oración sea
contestada por que Él sabe, en su inmensa sabiduría, que eso nos pueda hacer daño,
física o espiritualmente.
El valorar las cosas que Dios nos ha dado, y pedir su
voluntad, es una forma de ser agradecido. Dejemos de hacer berrinches por cosas que Dios
no nos da.
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